ENCIERRO POR EL CAMPO

Comienza ahora el recorrido campestre de los toros por los pinares. En perfecta armonía toro y caballo encaminado sus pasos por la cañada de la Reina realizando un singular paseo que transcurre a lo largo de pinares, riberas y campos cultivados, por los que los toros, en su instinto de libertad, intentarán huir, y donde se demuestra la valía de los expertos caballistas que trabajarán por mantener unida la manada hasta el fin del encierro. Peligroso sin duda es el paso de la manada por el molino de “El Botiller”, donde se pasa del pinar al campo abierto. Cuentan las crónicas y los
documentos medievales que ya desde finales del Siglo XV (hacia 1490) era costumbre “encerrar toros” a través de “panes y viñas”. Una costumbre que hoy perdura con toda su fuerza y belleza, gozando de un enorme arraigo popular. Suavemente se conduce a los toros por los campos de labor recién cosechados en busca de “el Descansadero” en el rastrojo de las Hontanillas, donde la manada descansa y los caballistas reponen fuerzas una copita de anís y un dulce.
Es la calma que precede a la tormenta, ya que momentos después, al filo de las 9:30 los caballistas guiarán los novillos hacia “el Embudo”, unión del recorrido por el campo con el recorrido urbano, donde se producen las primeras carreras a la vez que se oyen los últimos trotes de los caballos.

Ya asoma la silueta de toros y caballos en lo alto del cerro. Primero silencio y expectación, luego impaciencia y por fin griterío al ver la figura de los toros bajando en carrera alocada por el camino de “El Ferrero”. En la difícil tarea de introducir los toros los caballistas aprietan a los toros controlando a su vez que ninguno se desvíe cumpliendo su cometido de conducir los astados hasta el casco urbano. Llega el momento de los corredores que impacientes esperan la llegada del encierro para poder realizar sus carreras, es el recorrido urbano.